La agricultura se enfrenta a diversos retos que van desde la necesidad de aumentar la productividad para alimentar a una población en constante crecimiento, hasta la urgencia de hacerlo de manera sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
En este contexto, el uso de fertilizantes ha ocupado un papel relevante en la mejora de la productividad agrícola, pero también ha generado problemas ambientales significativos como la contaminación del agua y la degradación del suelo, por el uso intensivo, especialmente, de los fertilizantes inorgánicos.
Actualmente, y de cara al futuro agrícola, se está dando un cambio de tendencia.
Desde la Comisión Europea se ha propuesto reducir el uso de fertilizantes en, al menos, un 20 % antes de 2030 y, dentro de las estrategias planteadas, se prefiere el uso de fertilizantes orgánicos (o biofertilizantes) frente a los inorgánicos, por su contribución a la nutrición de las plantas, mejorar la calidad del suelo y mitigar varios de los problemas ambientales asociados con la agricultura intensiva.
Diferencias entre fertilizantes orgánicos e inorgánicos
Los fertilizantes orgánicos y los inorgánicos difieren significativamente en varios aspectos clave, incluyendo su composición, origen, efectos en el suelo y en las plantas, y su impacto ambiental. Estas diferencias son cruciales para comprender sus roles y beneficios en la agricultura.
Composición y origen
Los fertilizantes inorgánicos son productos manufacturados que contienen nutrientes esenciales como nitrógeno, fósforo y potasio (NPK) en formas químicamente sintetizadas y altamente concentradas.
Estos fertilizantes se producen a través de procesos industriales intensivos, utilizando recursos no renovables, como el gas natural, para sintetizar amoníaco, un componente clave de muchos fertilizantes nitrogenados.
Por su parte, los fertilizantes orgánicos derivan de materiales de origen natural, como estiércol, compost, y subproductos de procesos biológicos, como los digestatos de las plantas de biogás.
Estos fertilizantes contienen una mezcla compleja de nutrientes y materia orgánica que se liberan de manera más gradual al descomponerse.
La producción de fertilizantes orgánicos suele ser más sostenible, ya que aprovecha residuos agrícolas y otros materiales orgánicos que, de otro modo, podrían convertirse en desechos.
Efectos en el suelo y las plantas
Debido a su alta solubilidad, los fertilizantes inorgánicos proporcionan una nutrición inmediata y altamente controlable a las plantas, lo que puede resultar en incrementos rápidos de rendimiento.
Sin embargo, su uso excesivo puede llevar a la degradación del suelo, afectando negativamente su estructura y microbiota.
Además, pueden causar problemas de salinización y acidificación del suelo y contribuir a la contaminación del agua por lixiviación de nutrientes.
En cambio, los fertilizantes orgánicos proporcionan una nutrición más lenta, pero sostenida, mejorando la fertilidad a largo plazo del suelo.
La materia orgánica contenida en estos fertilizantes aumenta la capacidad del suelo para retener agua y nutrientes, promoviendo un entorno saludable para los microorganismos del suelo.
Estos efectos contribuyen a una mayor estabilidad del ecosistema agrícola y a la resiliencia frente a condiciones adversas.
Impacto ambiental
La producción y el uso de fertilizantes inorgánicos están asociados con una serie de impactos ambientales negativos.
La fabricación de fertilizantes nitrogenados, por ejemplo, es un proceso que consume mucha energía y emite grandes cantidades de CO2. El uso excesivo de estos fertilizantes también puede resultar en la contaminación de aguas subterráneas y superficiales, a través de la lixiviación de nitratos y fosfatos, y contribuir a la eutrofización de cuerpos de agua.
En cambio, los fertilizantes orgánicos tienen un menor impacto ambiental, ya que se producen a partir de recursos renovables y ayudan a reciclar residuos orgánicos.
Los digestatos, por ejemplo, no solo reducen la necesidad de fertilizantes químicos, sino que también disminuyen las emisiones de metano al tratar residuos orgánicos en las plantas de biogás.
Además, la liberación gradual de nutrientes minimiza el riesgo de contaminación del agua.
Disponibilidad y aplicación
La alta concentración de nutrientes y solubilidad hace que los fertilizantes inorgánicos sean fáciles de aplicar y proporcionen resultados inmediatos. Algo que ha motivado su uso popular en la agricultura intensiva.
Sin embargo, su coste de producción puede ser elevado y su disponibilidad puede depender de factores económicos y geopolíticos.
Los fertilizantes orgánicos, aunque pueden requerir una mayor cantidad de material para lograr los mismos niveles de nutrientes disponibles, son generalmente más accesibles y menos costosos a largo plazo.
Su aplicación puede ser más laboriosa y los efectos más lentos, pero los beneficios para la salud del suelo y la sostenibilidad ambiental a largo plazo superan estos inconvenientes.
Fertilizantes orgánicos, como los digestatos, para el futuro de la agricultura
Los digestatos representan una de las formas más prometedoras de fertilizantes orgánicos para el futuro de la agricultura.
Estos subproductos de la digestión anaeróbica de residuos orgánicos son ricos en nutrientes esenciales y materia orgánica, ofreciendo múltiples beneficios tanto para los cultivos como para el medio ambiente:
- Alta concentración de nutrientes: contienen nitrógeno, fósforo y potasio en concentraciones significativas, lo que los hace comparables a los fertilizantes químicos en términos de provisión de nutrientes. Además, incluyen otros micronutrientes esenciales que mejoran la fertilidad del suelo.
- Mejoran la calidad del suelo: al igual que otros fertilizantes orgánicos, los digestatos mejoran la estructura del suelo, su capacidad de retención de agua y su actividad microbiana. La materia orgánica contenida en los digestatos promueve la formación de agregados estables en el suelo, lo cual es crucial para la porosidad y la aireación del suelo.
- Reciclaje de residuos: al utilizar los digestatos, se cierra el ciclo de nutrientes y se reduce la cantidad de residuos orgánicos que deben gestionarse de otra manera, contribuyendo a la economía circular.
No obstante a estos beneficios, el uso de los digestatos como fertilizantes orgánicos requiere de tratamientos previos, así como de un marco regulatorio claro que garantice la calidad y seguridad de los mismos.
Esto es debido a la variabilidad en la composición de los mismos, por los distintos orígenes de los residuos orgánicos, y para evitar la posible presencia de patógenos o contaminantes.
Ante esto, las soluciones más destacadas son:
- La implementación de tecnologías de pasteurización y separación de fases que ayuden a mejorar la calidad de los digestatos, eliminando patógenos y concentrando nutrientes.
- El establecimiento de normativas y estándares de calidad específicos para los digestatos que garanticen que estos productos sean seguros y eficaces. Esto incluye regulaciones sobre la aplicación en suelos agrícolas y límites para posibles contaminantes.
La investigación y desarrollo en tecnologías para el tratamiento de digestatos y la cooperación entre investigadores, reguladores y agricultores son esenciales para maximizar el potencial de este recurso.
Las innovaciones en los procesos de digestión anaeróbica, como la co-digestión de diferentes tipos de residuos orgánicos, pueden aumentar la eficiencia y la calidad de los digestatos.
Además, la formulación de políticas de apoyo y programas de incentivos puede facilitar la adopción de estos fertilizantes orgánicos.
El futuro de la agricultura reside en adoptar prácticas más sostenibles que promuevan la salud del suelo y reduzcan la dependencia de fertilizantes inorgánicos.
Los digestatos, como parte de una estrategia más amplia de manejo sostenible de nutrientes, tienen el potencial de transformar la agricultura al proporcionar una fuente de nutrientes eficaz y sostenible.
La transición hacia el uso de este recurso y otros fertilizantes orgánicos es fundamental para lograr una agricultura más resiliente y sostenible.
A través de la integración de estas prácticas, es posible no solo mejorar la productividad agrícola, sino también proteger y restaurar los ecosistemas naturales, garantizando así un futuro más seguro y saludable para las próximas generaciones.