Durante este 2023, en nuestro país se han producido unos 87 incendios forestales, resultando devastadas un total de 66.064 hectáreas de bosques.
Un dato inquietante que se suma a la devastación ya acontecida en el 2022, con casi 310 mil hectáreas quemadas. Ese año, según los datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS) a partir de los satélites del Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, Copernicus, el 39% de la superficie arrasada en la Unión Europea por los incendios pertenecía a España.
Un panorama que, de cara al futuro, no resulta alentador si tenemos en cuenta que las Naciones Unidas prevén un incremento de los incendios forestales en torno al 30% para el año 2050 y del 50% para el fin de siglo.
La experiencia acontecida en el último gran incendio en la isla de Tenerife (Islas Canarias), con un comportamiento similar al de un incendio de sexta generación (asociados al cambio climático y que generan su propia meteorología), y las previsiones de futuro refuerzan la importancia de una correcta gestión y mantenimiento de los bosques para su conservación y protección frente al riesgo de incendios.
Aprovechamiento de la biomasa forestal
Una correcta gestión y mantenimiento de los bosques requiere de trabajos controlados, dirigidos a convertir las masas forestales en bosques resistentes y resilientes a los incendios.
Entre las labores que se deben llevar a cabo se encuentra la práctica del aclareo controlado, que sirve para disminuir la densidad de árboles por hectáreas, optimizando la masa forestal para su naturalización.
Con el aclareo controlado se mejora la cobertura, la función ecológica y la perpetuación de los bosques. Además, permite crear áreas planificadas con menor carga de combustible vegetal que, en caso de incendio, facilitan frenar su avance y su extinción.
En el caso de las áreas afectadas por incendios, uno de los trabajos de intervención que se deben realizar es la retirada de la madera quemada.
Una labor esencial que evita la proliferación de plagas de insectos y posibles enfermedades que aparecen como consecuencia de los incendios. Así, se ayuda a la recuperación del área afectada y a la conservación de la masa forestal próxima no afectada por el incendio.
Ambos trabajos de gestión, el aclareo y la retirada de madera quemada, generan unos residuos forestales que pueden ser aprovechados como un recurso: biomasa.
La biomasa es considerada una fuente de energía renovable que puede aprovecharse para generar bioenergía (electricidad, calor, biometano y biocarburantes).
Esta conversión de la biomasa en bioenergía tiene lugar mediante procesos termoquímicos y biológicos, y la bioenergía generada puede ser utilizada a pequeña escala (ámbito doméstico) o gran escala (redes de calor y naves industriales).
Además, a partir de la biomasa también se pueden obtener bioproductos de valor añadido para diferentes industrias como la alimentaria, la petroquímica o la cosmética.
Este aprovechamiento de la biomasa forestal procedente de los trabajos de gestión y mantenimiento de los bosques, además de permitir la generación de bioenergía o bioproductos, contribuye al desarrollo de la economía local en las zonas rurales. Un desarrollo vinculado a la explotación sostenible y racional de los montes y a las propias instalaciones para el procesado de la biomasa.
La gestión forestal sostenible, y el aprovechamiento de la biomasa generada, debe ser, por tanto, integradora para asegurar un beneficio social, ambiental y económico, donde se mejoren las funciones de los bosques en el presente y para el futuro.
Y en este sentido, para asegurar que esto es así, surge la idea de la certificación forestal que permite demostrar a los consumidores que los productos proceden de bosques con una gestión forestal sostenible.
Esta certificación forestal deberá tener en cuenta las necesidades y particularidades de los diferentes tipos de ecosistemas forestales, así como el marco jurídico, administrativo y el contexto sociocultural que les corresponden.
Las certificaciones forestales PEFC, FSC y SURE
Los sellos o certificaciones PEFC y FSC son los principales sistemas de certificación forestal a nivel internacional.
Estas certificaciones son de dos tipos:
- Certificación de Gestión Forestal, en la que se certifica el origen de la materia prima forestal (semilla/planta) y la gestión sostenible del bosque.
- Certificación de Cadena de Custodia, donde se certifica la trazabilidad de la materia prima a lo largo de la cadena de suministro. En este caso, se evalúa la línea de producción forestal, desde el bosque hasta el producto final, para verificar que la madera utilizada procede de un bosque bien gestionado.
Los organismos que establecen los estándares y normativas específicas para estas certificaciones son el Sistema Paneuropeo de Certificación Forestal (PEFC) y el Consejo de la Administración forestal (FSC).
En el caso del PEFC, sus objetivos están vinculados con la conservación del ambiente, mejora de la productividad y promoción del desarrollo socioeconómico en el entorno rural. Se trata de una organización sin ánimo de lucro que nace de una iniciativa voluntaria del sector forestal privado.
Por su parte, el FSC promueve una gestión forestal ambientalmente responsable, económicamente viable y que aporte beneficios sociales. Se trata de una organización independiente, no gubernamental y sin ánimo de lucro, que está apoyada por las principales ONGs sociales y ambientales.
En cuanto al certificado SURE, este hace referencia a la certificación de la sostenibilidad de la biomasa.
Se trata de un sistema voluntario de certificación desarrollado por REDcert (empresa alemana con experiencia en la certificación de sostenibilidad de biocarburantes) y Bioenergy Europe (la asociación europea de la bioenergía, con amplio conocimiento en el mercado de biomasa y en gestionar certificaciones).
El certificado SURE permite demostrar que se cumplen con los requerimientos impuestos por la directiva europea de Energías Renovables (RED II) al haber sido reconocido, de forma oficial por la Comisión Europea, tras la publicación en el Diario Oficial de la Unión Europea el 8 de abril de 2022, como sistema de certificación compatible con REDII para empresas relacionadas con la biomasa forestal y agrícola, y subproductos y residuos de biomasa empleados para generar electricidad y energía térmica.
Por lo tanto, el aprovechamiento de la biomasa forestal, de forma controlada y sostenible, resulta un elemento clave para la gestión y mantenimiento de los bosques, y la prevención de los incendios, al tiempo que se impulsa la energía renovable y el desarrollo económico rural.