El problema de la sobreexplotación del suelo

El suelo es uno de los recursos naturales que se encuentra gravemente amenazado.

Alrededor del 17% de la superficie terrestre se encuentra fuertemente degradada, según el Centro Internacional de Referencia e Información en Suelos (ISRIC), siendo varias las causas de que esto sea así. Entre ellas, la sobreexplotación del suelo, a su vez consecuencia de la superpoblación del planeta que va en aumento.

En países desarrollados parece que es posible frenar este impacto ambiental en el territorio gracias a la tecnología y manteniendo y reduciendo la producción. Pero, en los países en vías de desarrollo esto no es así. La gran demanda mundial de recursos y el impulso del crecimiento económico les está llevando a ejercer una alta presión sobre los recursos naturales, entre ellos el suelo.

Según la Comisión Europea, la producción de cultivos ocupa una superficie equivalente al 11% de la superficie terrestre y supone el 70% de toda el agua extraída de acuíferos, arroyos y lagos. Una explotación de recursos que va en aumento, a medida que la población humana crece.

Esta sobreexplotación de los recursos es la responsable de la pérdida de alrededor de 12 millones de hectáreas de tierra al año, a causa de la sequía y la desertificación, según las Naciones Unidas, y de una amenazante pérdida de biodiversidad.

Para poder luchar contra esta desertificación y degradación del suelo, se estableció el Objetivo 15 de Desarrollo Sostenible, para 2030, cuya meta es proteger el suelo como un recurso necesario para el mantenimiento de los ecosistemas terrestres y la biodiversidad.

 

El origen de la degradación del suelo

La degradación del suelo implica su erosión, la pérdida de materia orgánica y desequilibrio de nutrientes. Es decir, se trata de un proceso degenerativo que reduce su capacidad para seguir desempeñando sus funciones características. 

Las causas de esta degradación están en la acción combinada de:

  • Las condiciones y variaciones climáticas.
  • La sobreexplotación de la tierra a través de la deforestación, la intensificación agrícola y el sobrepastoreo.
  • La contaminación del suelo por la presencia de componentes químicos procedentes de la actividad humana que altera sus características y pueden suponer un riesgo para la salud y el medio ambiente.

Así, se estima que un 27% de la pérdida de bosques a nivel global se debe a un cambio en el uso del territorio, destinándose a la producción de productos básicos, como la agricultura o la minería.

La tala, la agricultura extensiva y el sobrepastoreo contribuyen a la eliminación de la cubierta vegetal que previene la erosión del suelo. Además, las técnicas de monocultivo sin rotación provocan el agotamiento de los nutrientes y la pérdida de fertilidad en los suelos.

A esto se le suma el devastador efecto de los incendios forestales o la contaminación del suelo debida a una incorrecta gestión de los residuos o al vertido de componentes contaminantes.

 

¿Cómo se genera la sobreexplotación de recursos agrícolas?

En el ámbito agrícola, la sobreexplotación del suelo se debe, en gran medida, a la gestión enfocada en la producción sin valorar el desgaste y la disminución de la calidad del agua y suelo que se está utilizando, no dando margen a la recuperación.

El uso masivo del agua para la agricultura supone la sobreexplotación de este recurso, la salinización de los acuíferos, la desecación de lagunas y zonas húmedas y la pérdida de biodiversidad.

Un excesivo consumo del agua que está por encima del 70-80%, estando los cultivos de regadío en continuo crecimiento.

Además, se pierden toneladas de tierra fértil (pérdida de materia orgánica y nutrientes, y degradación de la estructura del suelo) por las prácticas de cultivo a suelo desnudo, la falta de rotaciones o de recuperación del suelo (barbecho), lo que resta productividad al terreno y favorece su erosión.

La sobreexplotación agrícola también es la responsable de problemas de contaminación derivados de malas prácticas y del uso de fertilizantes y pesticidas de baja calidad o prohibidos en países con una legislación ambiental más sólida.

La continuidad de este modelo productivo agrícola no solo generará problemas ambientales, sino que también, acabará afectando a la producción, obteniéndose una menor cantidad de productos agrícolas y de menor calidad, a un coste mayor en recursos.

 

Consecuencias en la biodiversidad agrícola

Mientras que los pequeños productores agrícolas protegen los recursos naturales, la agricultura a gran escala supone una amenaza para la biodiversidad.

La conservación de esta biodiversidad es un factor clave para la producción de alimentos a través de la formación del suelo, la productividad de la tierra, el control de plagas y enfermedades, la reposición de aguas subterráneas y los servicios de polinización.

Sin embargo, según el primer informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), “El estado de la biodiversidad para la alimentación y agricultura en el mundo”, las especies silvestres para la alimentación, y otras que contribuyen a los ecosistemas vitales implicados en la alimentación y la agricultura, están desapareciendo rápidamente.

Esta pérdida de biodiversidad está referida, por tanto, a todas las plantas y animales (silvestres y domésticos) que nos proporcionan alimentos, piensos, combustibles y fibra, así como a lo que se denomina “biodiversidad asociada”.

Esta biodiversidad asociada incluye a todas las plantas, animales y microorganismos que mantienen los suelos fértiles, son polinizadores, purifican el agua y el aire, combaten las plagas y enfermedades de los cultivos y ganado, etc.

Según este mismo informe, las causas de esta pérdida de biodiversidad se deben a los cambios en el uso y la gestión de la tierra y el agua, seguidas de la contaminación, la sobrepesca y la sobreexplotación, el cambio climático, el crecimiento demográfico y la urbanización.

Siendo la causa común a todas las regiones, la alteración y pérdida de hábitat, nos encontramos con variaciones de una región a otra:

  • La sobreexplotación, la caza y el furtivismo en África.
  • La deforestación, el cambio en el uso de la tierra y la intensificación agrícola en Europa y Asia Central.
  • La sobreexplotación, las plagas, enfermedades y especies invasoras en América Latina y el Caribe.
  • La sobreexplotación en el Cercano Oriente y África del Norte.
  • La deforestación en Asia.

Esta pérdida de biodiversidad requiere de un paso a la acción para poder ponerle freno.

Una transformación del sector agroalimentario hacia un modelo resiliente y sostenible que garantice la seguridad alimentaria a una población creciente, así como la conservación de la biodiversidad y los recursos naturales como el suelo.

Un nuevo modelo que implique medidas para una correcta gestión de los suelos agrícolas y la recuperación del contenido de materia orgánica en los mismos, que mejore su función, evite la degradación, la pérdida de biodiversidad y contribuya a mitigar el cambio climático.

 

¿Te interesa compartir este contenido?